(publicado en: (2009)La Ciudad de Valencia. Historia, Geografía, Arte, Universitat de València, vol. 2, pp.491-499)
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LA CIUDAD COMO IMAGEN. LA IMAGEN DE LA CIUDAD
Josep Montesinos i Martínez
Una ciudad comienza su andadura, se desarrolla, se construye, se destruye, se reconstruye, se vive, se padece; la urbe cimienta su propio paisaje en un continuo devenir. Cada momento histórico tiene un reflejo en el horizonte de la ciudad, los cambios ideológico-religiosos, culturales, económicos, nos muestran cada vez una ciudad diferente. Pero a su vez sus moradores tienen una visión, una perspectiva de su entorno, una imagen que es fruto de elementos comunes, pero también todos y cada uno de nosotros poseemos una imagen individual de la misma. Los visitantes, los extraños a la ciudad, también realizan su aproximación a esa imagen. Es una imagen mental, pero basada en apreciaciones reales, existentes, vistas tras el filtro de la subjetividad. Habrá a lo largo de la historia una serie de ejes comunes en esa imagen de la ciudad, para propios y extraños, elementos que se repetirán en las crónicas y en la figuración, en grabados, dibujos, pinturas… en el imaginario colectivo.
Valencia ha sido siempre una ‘ciudad abierta’, , territorio de frontera, con aluvión de nuevas gentes, abierta a nuevas ideas, a nuevas formas de ver y construir el mundo. El paisaje de la ciudad tiene una composición poliédrica, no sólo lo visible a través de su estructura urbana, sus edificios, sus gentes… sino de otros elementos que ayudan a fijar la percepción de esa ciudad: la música, la economía, el habla, las costumbres…
Desde el mismo establecimiento de la ciudad, ésta ha ido modificando el medio físico. Valencia se construyó integrada en un paisaje rural: "…agros et oppidum dedit… ” (Periochae, de las Décadas 55 de tito Livio). Una de las razones de existencia de la misma urbe, a lo largo de su historia, es el cinturón rural que la rodea, estableciendo una dicotomía integrada e interrelacionad. Ese paisaje rural que rodea la ciudad creará, a lo largo de la historia, sus propios espacios, sus propias construcciones, sus gentes, su propia imagen tópica. No obstante la realidad actual está cada vez más alejada de ese paisaje rural, y la razón es la rápida desaparición del mismo en aras a una fiebre constructiva que ha eliminado un entorno natural de primera magnitud, unas formas de vida características y ha hecho desaparecer bajo toneladas de cemento fecundas tierras de aluvión cuaternario. Porque el paisaje rural valenciano “l’Horta” no sólo ha sido una forma de vida, una riqueza para la ciudad y sus habitantes, también el magnífico cinturón verde que rodea, su sistema de regadío y el tribunal que lo regula (recientmente declarado por la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad), han sido reflejado con orgullo tanto por los ‘cronistas’ locales como por los visitantes foráneos. El paisaje rural ha generado toda una literatura, arte, costumbres, folklore, costumbrismo de amplía y rica tradición. Porque esta visión huertana forma parte también del concepto de ‘belleza’ de la ciudad, siempre presente en los mismos valencianos como en los visitantes que nos han dejado crónica de su visita en diversos momentos de la historia ciudadana. La presencia del río, el Turia, el sistema de regadío, los marjales y lagunas que la rodeaban, forman parte asimismo de la imagen icónica de la ciudad; la importancia del agua constatada desde el mismo momento de la fundación y a lo largo la su historia en su domesticación (incluida la desecación de marjales y zonas pantanosas); esta presencia del agua es tan preeminente en el paisaje que Beuter indica que los griegos le dieron el nombre Epidrápolis o ciudad fundada sobre las aguas, tal como aparece en el escudo cívico que podemos observar en la puerta de los Apóstoles de la Catedral de Valencia, la ciudad amurallada aparece asentada y rodeada por las aguas .
Un paisaje natural también presente en la ‘imagen’ de Valencia es el próximo de la Albufera, entorno salvaje y poco domesticado hasta hace pocos decenios aparece asimismo a lo largo de toda la historia de la ciudad, incluso antes de la fundación como pudiera ser el texto de Avieno que recoge fuentes más antiguas a su época (Ora Marítima, 492): “Pallus per illa Naccararum extenditur ”. La Albufera también se ve reflejada por las crónicas de los viajeros por la literatura en general, por la pintura, y forma parte del imaginario tópico alrededor de la ciudad de Valencia. El entorno físico: la tierra, el agua, el clima… ofrecen una serie de imágenes identificativas relacionadas con la belleza y la feracidad. Así probablemente la primera imagen icónica de la ciudad es la reflejada en la moneda de la Valentia romana, En el anverso de la moneda se fija la cabeza galeada de Roma, Valentia como sinónimo de Roma, y para el reverso una cornucopia que monta rayos. El primer elemento iconográfico muestra la vinculación de la ciudad a Roma y el segundo es símbolo de prosperidad y abundancia.
Como hemos visto en páginas anteriores de esta publicación, Valencia es una ciudad de fundación romana. El texto de Tito Livio, considerado el acta de nacimiento de nuestra urbe, nos aporta diversas imágenes: el nombre de la ciudad Valentia, un oppidum o ciudad, agros en referencia al entorno rural y unos primeros habitantes qui sub viriatho militaverant es decir los licenciados de las tropas romanas que lucharon contra Viriato. Esa ciudad fundada en el 138 a.C., destruida en las guerras sertorianas y refundada en época de Augusto, nos aproxima a través de las excavaciones arqueológicas a una imagen típicamente romana en cuanto a estructura urbana, construcciones, gentes, imágenes, objetos… un paisaje latino en un entorno indígena como lo serían las próximas ciudades en proceso de romanizaciónd de Edeta y Arse (Líria y Sagunto respectivamente).
Valentia como ciudad amurallada, junto al río, es lo que se desprende del texto de Salustio que nos describe la batalla acaecida durante las guerras sertorianas de fatales consecuencias para la ciudad: “Inter laeva moenium dexterum flumen Turiam, quod Valentiam parvo intervalo proeterfluit” , entre las murallas a izquierda, y a la derecha del río Túria, que pasa cerca de Valencia (Historias II, 54). Se han localizado unos pocos restos de este muro, así como unos tramos del foso circundante- Un sistema defensivo a base de muros y rodeado de corrientes de agua (ciudad sobre las aguas, que ya hemos visto). Esa será una de las constantes imágenes de la ciudad: una urbe tras sus muros. Tenemos constancia de tres momentos constructivos: las defensas de la ciudad romana, las de la islámica del siglo XI y la cristiana a partir del siglo XIV.
La imagen ‘romana’ de la ciudad se mantuvo durante todo el altoimperio, no obstante a partir del bajoimperio y su proceso de cristianización Valencia sufrió profundos cambios, algunos de ellos debido a la profunda crisis económica, política y social del momento lo que debió incluso reducir el tamaño de la ciudad, pero pronto la ciudad bajoimperial y posterior tendrá cambios en su imagen. En estas alteraciones orquestadas por la nueva religión, tendrá una gran importancia la figura del santo mártir Vicente. El martirologio del santo nos muestra una serie de imágenes espaciales relacionadas con la ciudad; espacio que la historia y la tradición han ido situando: el muladar donde fue lanzado el cuerpo del santo, su lugar de encierro, de suplicio, la columna sobre la que fue flagelado, su tumba…; el alzamiento de todo un complejo episcopal incluída la Catedral debió suponer grandes alteraciones en la imagen de la ciudad. Los lugares son objeto de peregrinación del mundo cristiano. Siglos más adelante, los mismos reyes de Aragón en sus intentos de conquista de Balansiya tienen memoria y aspiración de recuperar los santos lugares vicentinos: Alfons II y Pedro II muestran su devoción al santo. Especialmente el rey conquistador Jaime I en la conquista de la ciudad pone especial empeño en identificar y recuperar los lugares de la ciudad donde se produjo el martirio.
La construcción de una ciudad cristiana durante el período visigodo se vio truncada por la irrupción de la invasión islámica. El paulatino proceso de islamización de la sociedad llevó parejo el del paisaje. Una nueva religión, una forma de ver el mundo, un nuevo paisaje fue paulatinamente enterrando la memoria de la ciudad visigoda y la anterior latina. La misma ciudad sufrió cambios en su estructura urbana, la ciudad islámica tras sus murallas, era una ciudad abigarrada, con barrios, calles estrechas, numerosos azutcacs, donde el espacio privado configuraba la estructrura de la ciudad, una visión e imagen diferente a la latina. Son muy pocos los restos de la Balansiya islámica que han perdurado hasta nuestros días, y no muchas las imágenes de primera mano tenemos de los musulmanes valencianos así como de los visitantes de la ciudad en este largo período histórico. La crónica de al-Udzrí del siglo XI nos muestra la magnífica ciudad amurallada, otra vez las murallas “.. no se conoce ninguna ciudad en al-Andalus con muros más perfectos y famosos… ”, identificando a continuación los muros con las diversas puertas. Anteriormente Ahmad ar-Razí la denominada “Madinat al-turab” o ciudad del polvo o de la tierra, lo cual puede tener diversas lecturas: por una parte puede referirse a la suciedad de sus calles no empedradas, pero también al tipo de construcción a base de adobe o tapial, incluso al hecho de alzarse sobre tierras de aluvión.. Los escritos musulmanes, tanto las crónicas, como la poesía y la literatura en general repiten los tópicos paisajístico a los que ya hemos hecho referencia más arriba: tierra, agua, feracidad, luz… belleza. Para la imagen islámica valenciana el jardín es elemento primordial de contacto entre lo natural y lo obrado por el hombre, espacio de placer, de meditación, de infinita paz. Una de las referencias primeras y constantes en la documentación árabe respecto a la ciudad es la de la de Russafa, al-Rusafa, una almunia o quinta de recreo residencia de los príncipes que es elogiada su memoria hasta en el siglo XIII.
La conquista cristiana de 1238 supone el inicio de un nuevo cambio en la imagen de la ciudad. Efectivamente, la construcción de una nueva ciudad cristiana choca con la realidad de la Valencia de aspecto ‘morisco’ en palabras de los cronistas. Será desde el primer momento de la conquista, pero fundamentalmente a partir del siglo XIV en que las acciones del Consell de la ciudad a través de los Jurats, produce un cambio radical en la visión en la imagen de la misma, con la paulatina y sistemática eliminación de todo lo musulmán.
A partir de la conquista cristiana la imagen de la ciudad está condicionada por diversos elementos que se hacen repetir tanto en la figuración como en la literatura. El elemento central de la nueva imagen será la Catedral, y al mismo tiempo ocupan y se extienden por el territorio urbano las nuevas parroquias, sobre antiguas mezquitas, también las órdenes mendicantes se instalan sobre lugares estratégicos de la geografía urbana, todo para cambiar hacia una imagen de ciudad cristiana que anulara que tapara la ‘morisca’. En esta ciudad la imagen de lo público vuelve a estar en primer plano del urbanismo. Así las murallas, el potente sistema defensivo elevado a partir del siglo XIV, y en especial su fachada norte (entrada y salida hacia los otros estados de la Corona de Aragón), son unas de las imágenes más repetidas de la ciudad.
La ciudad de Valencia adquiriera una imagen de magnificencia, de poder, de cap i casal de su reino y no sólo la arquitectura, las demás artes también harán acto de presencia, de magnífica presencia en la ciudad: imágenes esculpidas, retablos policromados, orfebería… Las magníficas construcciones especialmente a partir del XIV y del XV (murallas, torres y puertas, Catedral, Lonja, Parroquias ) todo ello dotando a la ciudad de una imagen que se repetirá hasta la saciedad en figuraciones en los escritos de viajeros, en la imagen colectiva
Los viajeros que visitan esta ciudad cristiana nos detallan los aspectos más visibles, la imagen que se hacen de la urbe: la proximidad la mar, la Catedral, el Micalet, los monasterios y conventos, la huerta y sus ricos y variados frutos, la Lonja, las murallas y puertas, el río y los puentes, el bordell, la Casa de Inocentes y de Locos…
En esta imagen de la ciudad también entra las celebraciones colectivas, bien religiosas o cívicas: procesiones como la del Corpus, desfile con motivo de la conquista de Jaime I son momentos colectivos que refuerzan los vínculos religiosos, cívicos, la identificación colectiva a través de las imágenes de la fiesta y de las construcciones cívicas y religiosas.
Desde fines del siglo XV y las primeras décadas del XVI llegan a las corrientes italinianizantes tanto para la decoración como para la arquitectura de ‘hacer a la romana’ . La Catedral, cómo no, será una de las primeras receptoras de esta nueva moda de renovación arquitectónica y decorativa. Se renuevan iglesias y conventos a la nueva moda, claustros, altares, ….El paisaje urbano incorporará estas nuevas imágenes: el palacio del embajador Vich, la remodelación tanto interior como exterior de otros muchos en origen góticos, incluido el Hospital San Miguel de los Reyes, Colegio del Patriarca…
Será a partir del siglo XVI cuando se empieza en Europa a representar de forma más o menos realista vistas generales de las ciudades. Y también le toca a Valencia en este sentido, las vistas de Wyngaerde, por encargo de Felipe II, nos muestran por primera vez a Valencia desde una visión por encima de la calle de Sagunto hacia la fachada norte, el río los puentes, las murallas y tras estas la ciudad. De principios del siglo XVII es el primer plano que tenemos de la ciudad, el de Mancelli,en él aún se nos muestra la imagen de la ciudad con una gran pervivencia del urbanismo musulmán en algunos puntos, también la gran cantidad de construcciones religiosas que muestran la ciudad ‘católica’. Hay un cambio de imagen, lo gótico es sustituido por nuevas formas, con edificios ex novo o bien recubriendo la piedra gótica con estucos, placas pétreas, o pintura. De este siglo es la construcción de la basílica de la Virgen de los Desamparados junto a la Catedral, también San Pío V, torre de Santa Catalina, por solo aquellos que conforman imágenes significativas de la ciudad.
El siglo XVIII será asimismo un momento de creación de hitos ciudadanos como la portada principal de la Catedral, la iglesia de San Pío V, la fachada del palacio de los marqueses de Dos Aguas. El plano del padre Vicente Tosca nos muestra una ciudad magnífica tras sus murallas, plena de edificios notables, en la cual la Iglesia posee una notable superficie de la misma, desde la Catedral en el mismo centro de la ciudad, las parroquias, conventos. . Será ese siglo XVIII el de creación de la Academia de San Carlos que establecerá estrictas normas artísticas y arquitectónicas lo que condicionará en parte de ahora en adelante la imagen de la ciudad.
El principio del siglo XIX y por las guerras napoleónicas la ciudad se vió inmersa en una serie de cambios que afectarán a su imagen, se destruyen elementos de los que se pensaba estorbaban para la defensa de la ciudad, como el Palacio Real y la iglesia de la Soledad. En este siglo por procesos de desamortización una parte de los conventos se derriban otros se adaptan a nuevos usos, con lo que la fisonomía urbana que nos mostraba el plano de Tosca sufre una notable alteración, especialmente por el derribo de edificios y conjuntos arquitectónicos religiosos, lo que dará lugar a solares pronto ocupados por otros edificios o utilizados para ampliaciones de plazas y calles, o en otras ocasiones dedicados a otros menesteres, especialmente los militares. La imagen de esa Valencia donde la arquitectrura religiosa ocupaba una parte importante del territorio urbano irá paulatinamente desapareciendo. También será este el siglo cuando merced a la revolución industrial nuevos elementos visuales conforman el paisaje ciudadano. En una parte de estos espacios desamortizados se instalaron industrias. La ciudad poco a poco y a lo largo del siglo se irá expandiendo por fuera de las antiguas murallas, el centro cada vez en peores condiciones de habitabilidad, van desapareciendo los espacios ajardinados privados, los huertos interiores. L función de las antiguas murallas, las magníficas defensas del siglo XIV quedaban en entredicho y así paulatinamente se irán derribando, a mitad de siglo y para ek acceso del ferrocarril se derriban el lienzo del sur de la ciudad en la calle de Xàtiva, y pocos años después el definitivo de todo el sistema defensivo. Todo el perímetro de las antiguas murallas se ocupa entonces con una ronda.
El derribo de las murallas dio paso a una ciudad en pleno crecimiento, en un continuo ensanche de su espacio urbano. El planeamiento del ‘ensanche’ supuso la articulación de un espacio ortogonal y con avenidas que situaban la ciudad en el siglo XX. E n este siglo las comunicaciones afectan a los cambios en la imagen de la ciudad, las estaciones de ferrocarril vienen para formar parte de esa imagen de modernidad y progreso. Las industria, los medios de comunicación,
A partir de la revolución industrial y los medios de comunicación de masas, nuestra visión de la ciudad cambia. La Exposición Regional punto de contacto entre la tradición y la modernidad, las ansias de una ciudad vitalista, proyectada hacia el futuro. Nuevos equipamientos como el edificio de Correos y el Ayuntamiento.
Los años posteriores a la Guera Civil vieron un urbanismo caótico con crecimiento de barrios en el extrarradio, la continua eliminación del espacio huertano. Las reivindicaciones en el tardofranquismo en numerosas ocasiones relacionadas con el espacio de la ciudad: el río, el Saler, recuperación para el disfrute ciudadano.
Los hitos paisajísticos tradicionales de la ciudad: la Catedral, el Micalet, la Lonja, las torres de Serrano y las de Cuarte, hoy comparten protagonismo con otros más recientes como el Jardín del Turia y la Ciudad de las Ciencias, el Puerto y su entorno, verdaderos iconos de la Valencia actual e imagen turística de urbe contemporánea.
Tenemos, pues, a lo largo de la historia una imagen nítida de la ciudad. Por una parte la imagen mental compartida por una buena parte de nuestros visitantes, por otra la de los mismos valencianos. En esa imagen se integran elementos físicos concretos de nuestro entorno (agua, luz, tierra, huerta, edificios…), pero también una imagen romántica de una amplia historia releída por cada nueva generación, imagen nostálgica de una visión del pasado que probablemente en gran parte nunca existió pero que todo junto conforma nuestra forma de ver la ciudad. La suma de todas esas visiones ha ido conformando la referencia actual de nuestra ciudad, las señas de identidad de la misma, aunque sea incompleta y/o repetitiva. Por el contrario, al mismo tiempo que nos embelesamos en esa simplificación, en ese deleite del tipismo, ignoramos otros segmentos de la realidad como la acelerada alteración, en muchas ocasiones negativa, de nuestro entorno, especialmente en los últimos lustros. Y esasa alteraciones negativas suponen de hecho la pérdida de algunos de esos valores ‘tòpicos’ en los que se ha basado la imagen de nuestra ciudad.
Una ciudad comienza su andadura, se desarrolla, se construye, se destruye, se reconstruye, se vive, se padece; la urbe cimienta su propio paisaje en un continuo devenir. Cada momento histórico tiene un reflejo en el horizonte de la ciudad, los cambios ideológico-religiosos, culturales, económicos, nos muestran cada vez una ciudad diferente. Pero a su vez sus moradores tienen una visión, una perspectiva de su entorno, una imagen que es fruto de elementos comunes, pero también todos y cada uno de nosotros poseemos una imagen individual de la misma. Los visitantes, los extraños a la ciudad, también realizan su aproximación a esa imagen. Es una imagen mental, pero basada en apreciaciones reales, existentes, vistas tras el filtro de la subjetividad. Habrá a lo largo de la historia una serie de ejes comunes en esa imagen de la ciudad, para propios y extraños, elementos que se repetirán en las crónicas y en la figuración, en grabados, dibujos, pinturas… en el imaginario colectivo.
Valencia ha sido siempre una ‘ciudad abierta’, , territorio de frontera, con aluvión de nuevas gentes, abierta a nuevas ideas, a nuevas formas de ver y construir el mundo. El paisaje de la ciudad tiene una composición poliédrica, no sólo lo visible a través de su estructura urbana, sus edificios, sus gentes… sino de otros elementos que ayudan a fijar la percepción de esa ciudad: la música, la economía, el habla, las costumbres…
Desde el mismo establecimiento de la ciudad, ésta ha ido modificando el medio físico. Valencia se construyó integrada en un paisaje rural: "…agros et oppidum dedit… ” (Periochae, de las Décadas 55 de tito Livio). Una de las razones de existencia de la misma urbe, a lo largo de su historia, es el cinturón rural que la rodea, estableciendo una dicotomía integrada e interrelacionad. Ese paisaje rural que rodea la ciudad creará, a lo largo de la historia, sus propios espacios, sus propias construcciones, sus gentes, su propia imagen tópica. No obstante la realidad actual está cada vez más alejada de ese paisaje rural, y la razón es la rápida desaparición del mismo en aras a una fiebre constructiva que ha eliminado un entorno natural de primera magnitud, unas formas de vida características y ha hecho desaparecer bajo toneladas de cemento fecundas tierras de aluvión cuaternario. Porque el paisaje rural valenciano “l’Horta” no sólo ha sido una forma de vida, una riqueza para la ciudad y sus habitantes, también el magnífico cinturón verde que rodea, su sistema de regadío y el tribunal que lo regula (recientmente declarado por la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad), han sido reflejado con orgullo tanto por los ‘cronistas’ locales como por los visitantes foráneos. El paisaje rural ha generado toda una literatura, arte, costumbres, folklore, costumbrismo de amplía y rica tradición. Porque esta visión huertana forma parte también del concepto de ‘belleza’ de la ciudad, siempre presente en los mismos valencianos como en los visitantes que nos han dejado crónica de su visita en diversos momentos de la historia ciudadana. La presencia del río, el Turia, el sistema de regadío, los marjales y lagunas que la rodeaban, forman parte asimismo de la imagen icónica de la ciudad; la importancia del agua constatada desde el mismo momento de la fundación y a lo largo la su historia en su domesticación (incluida la desecación de marjales y zonas pantanosas); esta presencia del agua es tan preeminente en el paisaje que Beuter indica que los griegos le dieron el nombre Epidrápolis o ciudad fundada sobre las aguas, tal como aparece en el escudo cívico que podemos observar en la puerta de los Apóstoles de la Catedral de Valencia, la ciudad amurallada aparece asentada y rodeada por las aguas .
Un paisaje natural también presente en la ‘imagen’ de Valencia es el próximo de la Albufera, entorno salvaje y poco domesticado hasta hace pocos decenios aparece asimismo a lo largo de toda la historia de la ciudad, incluso antes de la fundación como pudiera ser el texto de Avieno que recoge fuentes más antiguas a su época (Ora Marítima, 492): “Pallus per illa Naccararum extenditur ”. La Albufera también se ve reflejada por las crónicas de los viajeros por la literatura en general, por la pintura, y forma parte del imaginario tópico alrededor de la ciudad de Valencia. El entorno físico: la tierra, el agua, el clima… ofrecen una serie de imágenes identificativas relacionadas con la belleza y la feracidad. Así probablemente la primera imagen icónica de la ciudad es la reflejada en la moneda de la Valentia romana, En el anverso de la moneda se fija la cabeza galeada de Roma, Valentia como sinónimo de Roma, y para el reverso una cornucopia que monta rayos. El primer elemento iconográfico muestra la vinculación de la ciudad a Roma y el segundo es símbolo de prosperidad y abundancia.
Como hemos visto en páginas anteriores de esta publicación, Valencia es una ciudad de fundación romana. El texto de Tito Livio, considerado el acta de nacimiento de nuestra urbe, nos aporta diversas imágenes: el nombre de la ciudad Valentia, un oppidum o ciudad, agros en referencia al entorno rural y unos primeros habitantes qui sub viriatho militaverant es decir los licenciados de las tropas romanas que lucharon contra Viriato. Esa ciudad fundada en el 138 a.C., destruida en las guerras sertorianas y refundada en época de Augusto, nos aproxima a través de las excavaciones arqueológicas a una imagen típicamente romana en cuanto a estructura urbana, construcciones, gentes, imágenes, objetos… un paisaje latino en un entorno indígena como lo serían las próximas ciudades en proceso de romanizaciónd de Edeta y Arse (Líria y Sagunto respectivamente).
Valentia como ciudad amurallada, junto al río, es lo que se desprende del texto de Salustio que nos describe la batalla acaecida durante las guerras sertorianas de fatales consecuencias para la ciudad: “Inter laeva moenium dexterum flumen Turiam, quod Valentiam parvo intervalo proeterfluit” , entre las murallas a izquierda, y a la derecha del río Túria, que pasa cerca de Valencia (Historias II, 54). Se han localizado unos pocos restos de este muro, así como unos tramos del foso circundante- Un sistema defensivo a base de muros y rodeado de corrientes de agua (ciudad sobre las aguas, que ya hemos visto). Esa será una de las constantes imágenes de la ciudad: una urbe tras sus muros. Tenemos constancia de tres momentos constructivos: las defensas de la ciudad romana, las de la islámica del siglo XI y la cristiana a partir del siglo XIV.
La imagen ‘romana’ de la ciudad se mantuvo durante todo el altoimperio, no obstante a partir del bajoimperio y su proceso de cristianización Valencia sufrió profundos cambios, algunos de ellos debido a la profunda crisis económica, política y social del momento lo que debió incluso reducir el tamaño de la ciudad, pero pronto la ciudad bajoimperial y posterior tendrá cambios en su imagen. En estas alteraciones orquestadas por la nueva religión, tendrá una gran importancia la figura del santo mártir Vicente. El martirologio del santo nos muestra una serie de imágenes espaciales relacionadas con la ciudad; espacio que la historia y la tradición han ido situando: el muladar donde fue lanzado el cuerpo del santo, su lugar de encierro, de suplicio, la columna sobre la que fue flagelado, su tumba…; el alzamiento de todo un complejo episcopal incluída la Catedral debió suponer grandes alteraciones en la imagen de la ciudad. Los lugares son objeto de peregrinación del mundo cristiano. Siglos más adelante, los mismos reyes de Aragón en sus intentos de conquista de Balansiya tienen memoria y aspiración de recuperar los santos lugares vicentinos: Alfons II y Pedro II muestran su devoción al santo. Especialmente el rey conquistador Jaime I en la conquista de la ciudad pone especial empeño en identificar y recuperar los lugares de la ciudad donde se produjo el martirio.
La construcción de una ciudad cristiana durante el período visigodo se vio truncada por la irrupción de la invasión islámica. El paulatino proceso de islamización de la sociedad llevó parejo el del paisaje. Una nueva religión, una forma de ver el mundo, un nuevo paisaje fue paulatinamente enterrando la memoria de la ciudad visigoda y la anterior latina. La misma ciudad sufrió cambios en su estructura urbana, la ciudad islámica tras sus murallas, era una ciudad abigarrada, con barrios, calles estrechas, numerosos azutcacs, donde el espacio privado configuraba la estructrura de la ciudad, una visión e imagen diferente a la latina. Son muy pocos los restos de la Balansiya islámica que han perdurado hasta nuestros días, y no muchas las imágenes de primera mano tenemos de los musulmanes valencianos así como de los visitantes de la ciudad en este largo período histórico. La crónica de al-Udzrí del siglo XI nos muestra la magnífica ciudad amurallada, otra vez las murallas “.. no se conoce ninguna ciudad en al-Andalus con muros más perfectos y famosos… ”, identificando a continuación los muros con las diversas puertas. Anteriormente Ahmad ar-Razí la denominada “Madinat al-turab” o ciudad del polvo o de la tierra, lo cual puede tener diversas lecturas: por una parte puede referirse a la suciedad de sus calles no empedradas, pero también al tipo de construcción a base de adobe o tapial, incluso al hecho de alzarse sobre tierras de aluvión.. Los escritos musulmanes, tanto las crónicas, como la poesía y la literatura en general repiten los tópicos paisajístico a los que ya hemos hecho referencia más arriba: tierra, agua, feracidad, luz… belleza. Para la imagen islámica valenciana el jardín es elemento primordial de contacto entre lo natural y lo obrado por el hombre, espacio de placer, de meditación, de infinita paz. Una de las referencias primeras y constantes en la documentación árabe respecto a la ciudad es la de la de Russafa, al-Rusafa, una almunia o quinta de recreo residencia de los príncipes que es elogiada su memoria hasta en el siglo XIII.
La conquista cristiana de 1238 supone el inicio de un nuevo cambio en la imagen de la ciudad. Efectivamente, la construcción de una nueva ciudad cristiana choca con la realidad de la Valencia de aspecto ‘morisco’ en palabras de los cronistas. Será desde el primer momento de la conquista, pero fundamentalmente a partir del siglo XIV en que las acciones del Consell de la ciudad a través de los Jurats, produce un cambio radical en la visión en la imagen de la misma, con la paulatina y sistemática eliminación de todo lo musulmán.
A partir de la conquista cristiana la imagen de la ciudad está condicionada por diversos elementos que se hacen repetir tanto en la figuración como en la literatura. El elemento central de la nueva imagen será la Catedral, y al mismo tiempo ocupan y se extienden por el territorio urbano las nuevas parroquias, sobre antiguas mezquitas, también las órdenes mendicantes se instalan sobre lugares estratégicos de la geografía urbana, todo para cambiar hacia una imagen de ciudad cristiana que anulara que tapara la ‘morisca’. En esta ciudad la imagen de lo público vuelve a estar en primer plano del urbanismo. Así las murallas, el potente sistema defensivo elevado a partir del siglo XIV, y en especial su fachada norte (entrada y salida hacia los otros estados de la Corona de Aragón), son unas de las imágenes más repetidas de la ciudad.
La ciudad de Valencia adquiriera una imagen de magnificencia, de poder, de cap i casal de su reino y no sólo la arquitectura, las demás artes también harán acto de presencia, de magnífica presencia en la ciudad: imágenes esculpidas, retablos policromados, orfebería… Las magníficas construcciones especialmente a partir del XIV y del XV (murallas, torres y puertas, Catedral, Lonja, Parroquias ) todo ello dotando a la ciudad de una imagen que se repetirá hasta la saciedad en figuraciones en los escritos de viajeros, en la imagen colectiva
Los viajeros que visitan esta ciudad cristiana nos detallan los aspectos más visibles, la imagen que se hacen de la urbe: la proximidad la mar, la Catedral, el Micalet, los monasterios y conventos, la huerta y sus ricos y variados frutos, la Lonja, las murallas y puertas, el río y los puentes, el bordell, la Casa de Inocentes y de Locos…
En esta imagen de la ciudad también entra las celebraciones colectivas, bien religiosas o cívicas: procesiones como la del Corpus, desfile con motivo de la conquista de Jaime I son momentos colectivos que refuerzan los vínculos religiosos, cívicos, la identificación colectiva a través de las imágenes de la fiesta y de las construcciones cívicas y religiosas.
Desde fines del siglo XV y las primeras décadas del XVI llegan a las corrientes italinianizantes tanto para la decoración como para la arquitectura de ‘hacer a la romana’ . La Catedral, cómo no, será una de las primeras receptoras de esta nueva moda de renovación arquitectónica y decorativa. Se renuevan iglesias y conventos a la nueva moda, claustros, altares, ….El paisaje urbano incorporará estas nuevas imágenes: el palacio del embajador Vich, la remodelación tanto interior como exterior de otros muchos en origen góticos, incluido el Hospital San Miguel de los Reyes, Colegio del Patriarca…
Será a partir del siglo XVI cuando se empieza en Europa a representar de forma más o menos realista vistas generales de las ciudades. Y también le toca a Valencia en este sentido, las vistas de Wyngaerde, por encargo de Felipe II, nos muestran por primera vez a Valencia desde una visión por encima de la calle de Sagunto hacia la fachada norte, el río los puentes, las murallas y tras estas la ciudad. De principios del siglo XVII es el primer plano que tenemos de la ciudad, el de Mancelli,en él aún se nos muestra la imagen de la ciudad con una gran pervivencia del urbanismo musulmán en algunos puntos, también la gran cantidad de construcciones religiosas que muestran la ciudad ‘católica’. Hay un cambio de imagen, lo gótico es sustituido por nuevas formas, con edificios ex novo o bien recubriendo la piedra gótica con estucos, placas pétreas, o pintura. De este siglo es la construcción de la basílica de la Virgen de los Desamparados junto a la Catedral, también San Pío V, torre de Santa Catalina, por solo aquellos que conforman imágenes significativas de la ciudad.
El siglo XVIII será asimismo un momento de creación de hitos ciudadanos como la portada principal de la Catedral, la iglesia de San Pío V, la fachada del palacio de los marqueses de Dos Aguas. El plano del padre Vicente Tosca nos muestra una ciudad magnífica tras sus murallas, plena de edificios notables, en la cual la Iglesia posee una notable superficie de la misma, desde la Catedral en el mismo centro de la ciudad, las parroquias, conventos. . Será ese siglo XVIII el de creación de la Academia de San Carlos que establecerá estrictas normas artísticas y arquitectónicas lo que condicionará en parte de ahora en adelante la imagen de la ciudad.
El principio del siglo XIX y por las guerras napoleónicas la ciudad se vió inmersa en una serie de cambios que afectarán a su imagen, se destruyen elementos de los que se pensaba estorbaban para la defensa de la ciudad, como el Palacio Real y la iglesia de la Soledad. En este siglo por procesos de desamortización una parte de los conventos se derriban otros se adaptan a nuevos usos, con lo que la fisonomía urbana que nos mostraba el plano de Tosca sufre una notable alteración, especialmente por el derribo de edificios y conjuntos arquitectónicos religiosos, lo que dará lugar a solares pronto ocupados por otros edificios o utilizados para ampliaciones de plazas y calles, o en otras ocasiones dedicados a otros menesteres, especialmente los militares. La imagen de esa Valencia donde la arquitectrura religiosa ocupaba una parte importante del territorio urbano irá paulatinamente desapareciendo. También será este el siglo cuando merced a la revolución industrial nuevos elementos visuales conforman el paisaje ciudadano. En una parte de estos espacios desamortizados se instalaron industrias. La ciudad poco a poco y a lo largo del siglo se irá expandiendo por fuera de las antiguas murallas, el centro cada vez en peores condiciones de habitabilidad, van desapareciendo los espacios ajardinados privados, los huertos interiores. L función de las antiguas murallas, las magníficas defensas del siglo XIV quedaban en entredicho y así paulatinamente se irán derribando, a mitad de siglo y para ek acceso del ferrocarril se derriban el lienzo del sur de la ciudad en la calle de Xàtiva, y pocos años después el definitivo de todo el sistema defensivo. Todo el perímetro de las antiguas murallas se ocupa entonces con una ronda.
El derribo de las murallas dio paso a una ciudad en pleno crecimiento, en un continuo ensanche de su espacio urbano. El planeamiento del ‘ensanche’ supuso la articulación de un espacio ortogonal y con avenidas que situaban la ciudad en el siglo XX. E n este siglo las comunicaciones afectan a los cambios en la imagen de la ciudad, las estaciones de ferrocarril vienen para formar parte de esa imagen de modernidad y progreso. Las industria, los medios de comunicación,
A partir de la revolución industrial y los medios de comunicación de masas, nuestra visión de la ciudad cambia. La Exposición Regional punto de contacto entre la tradición y la modernidad, las ansias de una ciudad vitalista, proyectada hacia el futuro. Nuevos equipamientos como el edificio de Correos y el Ayuntamiento.
Los años posteriores a la Guera Civil vieron un urbanismo caótico con crecimiento de barrios en el extrarradio, la continua eliminación del espacio huertano. Las reivindicaciones en el tardofranquismo en numerosas ocasiones relacionadas con el espacio de la ciudad: el río, el Saler, recuperación para el disfrute ciudadano.
Los hitos paisajísticos tradicionales de la ciudad: la Catedral, el Micalet, la Lonja, las torres de Serrano y las de Cuarte, hoy comparten protagonismo con otros más recientes como el Jardín del Turia y la Ciudad de las Ciencias, el Puerto y su entorno, verdaderos iconos de la Valencia actual e imagen turística de urbe contemporánea.
Tenemos, pues, a lo largo de la historia una imagen nítida de la ciudad. Por una parte la imagen mental compartida por una buena parte de nuestros visitantes, por otra la de los mismos valencianos. En esa imagen se integran elementos físicos concretos de nuestro entorno (agua, luz, tierra, huerta, edificios…), pero también una imagen romántica de una amplia historia releída por cada nueva generación, imagen nostálgica de una visión del pasado que probablemente en gran parte nunca existió pero que todo junto conforma nuestra forma de ver la ciudad. La suma de todas esas visiones ha ido conformando la referencia actual de nuestra ciudad, las señas de identidad de la misma, aunque sea incompleta y/o repetitiva. Por el contrario, al mismo tiempo que nos embelesamos en esa simplificación, en ese deleite del tipismo, ignoramos otros segmentos de la realidad como la acelerada alteración, en muchas ocasiones negativa, de nuestro entorno, especialmente en los últimos lustros. Y esasa alteraciones negativas suponen de hecho la pérdida de algunos de esos valores ‘tòpicos’ en los que se ha basado la imagen de nuestra ciudad.
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